Las ciudades son el corazón a través del cual nos desenvolvemos y ejercemos nuestra actividad diaria, y contribuyen en mayor medida a la economía mundial, representando más del 80% del PIB del conjunto del mundo. Carreteras, vías de tren, y otras formas de transporte son las arterias que nutren este corazón.

Cuando estas arterias se atascan o se debilitan, los resultados son severos. Las empresas, los residentes y las ciudades lo sufren, y los costes económicos son altos, tanto que se pueden establecer unas pérdidas del 2 al 4% del PIB de una ciudad, por la pérdida de tiempo, por el combustible sobre-utilizado y por los mayores costes inducidos para las empresas.

Además de los vehículos privados y el transporte público, los vehículos comerciales contribuyen de manera importante a la contaminación urbana y a la congestión del tráfico. Son más propensos a realizar paradas y a bloquear la normal circulación. En general, generan mayores emisiones de óxido de nitrógeno y otras emisiones, y sin duda la tendencia es que se incremente el uso de vehículos privados y comerciales en los próximos años, motivado por el crecimiento económico, aumento de la población y por la expansión del comercio electrónico.

Hoy las ciudades aglutinan el 55% de la población mundial y se espera que esta proporción aumente al 69% en el 2050. Las ciudades aportan el 70% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y estos niveles aumentaran al doble de aquí a los próximos 25 años.

En un entorno más cercano, hoy en día hay más de 23 millones los españoles que compran habitualmente por internet y lo más significativo es el aumento del uso de este tipo de compra de forma unitaria. Las emisiones de CO2 emitidas por esta actividad podrán superar los 25 millones de toneladas en el 2030. Sin olvidar en el incremento de la siniestralidad vial por esta actividad (un incremento del 7% en accidentes por el reparto de comida a domicilio y casi en el 50% de los accidentes están involucradas furgonetas). La logística de proximidad inducida por las compras online es lo que conocemos de forma generalizada como la logística de la “última milla”.

En Madrid, por ejemplo, se producen cada día 12.800.000 desplazamientos de los cuales el 20% corresponden al transporte de mercancías.

Las medidas que se están proponiendo para reducir los efectos de esta actividad son muy diversas, con diferentes grados de implementación: almacenes reducidos, ágiles y repartidos por los centros urbanos, redes de puntos de entrega mediante taquillas inteligentes, plataformas digitales de carga colaborativa o sistemas de medición de la conducción y rutas de reparto, electrificación de las flotas, distribución nocturna, etc. Para zonas de alta densidad poblacional y paquetes de menos de 2 o 3 kilos, que representan una gran parte del total, otra propuesta es el reparto a pie o en bicicleta. La pregunta que nos hacemos es, ¿y porque no usamos los drones?

Los modelos de negocio condicionan la mejora de la sostenibilidad de la última milla, pero las tendencias de los hábitos de los consumidores tensionan a esos modelos hacia propuestas de consumo no sostenibles. Cada vez más se tensiona el mercado, se pide incrementar la rapidez para las entregas, las devoluciones gratuitas (se están dando tasas de retorno del 30%), el aumento de productos a comprar con entregas diferidas, generando todo ello un gran impacto económico, social y también ambiental que hay que remediar.

El Foro Económico Mundial ha pronosticado un aumento de 36% el número de vehículos de reparto en las 100 principales ciudades del mundo para 2030, estimando que las emisiones aumenten en casi un tercio, un incremento medio del 21% en la congestión del tráfico, y un incremento de los tiempos de desplazamientos medios en el centro de las ciudades de 12 minutos a cada usuario.

Los cálculos que disponemos en estos momentos es que, por cada entrega de un paquete mediante una logística sostenible, se produce un ahorro de 2,32 Kg de CO2.

Madrid quiere conseguir en el año 2030 una reducción superior al 40% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero con respecto al año 1990. En estos momentos la principal fuente de emisiones de óxidos de nitrógeno proviene de la movilidad o tráfico rodado, con un 70% del total.

Aunque los envíos de mercancía provenientes del ecomerce no represente la mayoría de los casos un sobrecoste para el consumidor, hay que recordar que estos envíos nunca son gratuitos desde el punto de vista medioambiental.

El Acuerdo de París celebrado en diciembre de 2015 acordó la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI, 2020-2030). Adicionalmente, los compromisos adquiridos en el contexto del Pacto de Alcaldes para el Clima y la Energía, el objetivo es mejorar la calidad del aire en la ciudad de modo que sea posible acercarse al cumplimiento de los valores guía de concentración definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) tanto para el dióxido de nitrógeno (NO2) como para partículas (PM10 y PM2,5), sin embargo solo la creciente cantidad de vehículos de reparto de mercancías, aumentará la emisión de gases efecto invernadero en 21% para 2030.

Estos factores han provocado que sean cada vez más las empresas del sector logístico, entre otras, las que estén trabajando para reducir las emisiones de gases y buscar nuevas fórmulas que sean menos contaminantes y más sostenibles para el medio ambiente.

Por otra parte, los tiempos de entregas se han convertido en una de las mayores exigencias por parte de los clientes, incluso están dispuesto a pagar más por la certeza de tener su pedido en un corto periodo de tiempo. Este creciente “apetito” por una entrega rápida, incluso en el mismo día, está causando mucha presión en la cadena logística. A menudo, estas entregas se realizan con una gestión de recursos muy poco óptima. La mayoría de los clientes no son conscientes de que una entrega más rápida causa más emisiones. Pero solo hay dos caminos, o reducir el mercado logístico de la última milla en contra de la tendencia de los consumidores o introducir métodos de entrega más sostenibles. ¿Por qué no hablamos con más insistencia de los drones?

Las entregas sostenibles en la última milla podrían allanar el camino para una logística más ecológica. Entregar miles de paquetes a su destino final todos los días es un desafío logístico complejo. Son muchos de los factores que contribuyen a impedir una buena eficiencia y sostenibilidad en la logística de última milla:

– Las velocidades medias se reducen, esto implica más tiempo en la carretera y menos kilómetros por cada litro de combustible.

– Se realizan más paradas, ya sea por pausas en cada entrega o por la congestión del tráfico, lo que implica más tiempo de inactividad del vehículo y más tiempo al ralentí.

– Las entregas fallidas. Hasta un 5% de las entregas de última milla fallan, evidentemente cada entrega fallida es un desperdicio de recursos.

– Las rutas cada vez son más largas y complejas debido al gran número de paradas individuales, por lo tanto, es más difícil de planificar y optimizar las rutas.

– Las devoluciones son otro gran problema. La recogida de paquetes para su devolución también contribuye enormemente a empeorar la eficiencia y sostenibilidad en los repartos. La tasa media de retorno de productos es de un enorme llegando al 30%.

Algunas empresas ya han empezado a realizar pruebas de cómo sería la entrega de productos mediante el uso de drones. El uso de los drones se plantea para realizar entregas de productos poco pesados a poca distancia (ida y vuelta en menos de 15 kilómetros). Se prevé que el uso de drones permitiría reducir sustancialmente las emisiones de CO2, aunque el principal problema es que la normativa actual dificulta la puesta en marcha de estos servicios.

Todos entendemos la necesidad de transformar las ciudades hacia lugares más sostenibles y habitables. Cuando en los foros de expertos se intercambian soluciones para la movilidad de las ciudades, casi nunca se habla de las posibilidades de la utilización de los drones. La verdad es que la evolución de la normativa que haga posible un uso comercial y social de los drones en las ciudades, lo que conocemos como UAM, es poco clara y no incide en el núcleo del problema. Tendemos desde las instituciones a construir un marco reglamentario consistente en la unión de diferentes piezas que al final nos presenten el escenario definitivo donde nos podemos desenvolver. Pero no disponemos de una clara imagen de lo esencial: donde queremos llegar y por qué. Cuál son los síntomas de estas reflexiones. Por una parte, no hay un calendario creíble para el sector de cuándo estará lista toda la normativa. En segundo lugar, nadie, y puedo decirlo con certeza (en una presentación reciente con representantes de las instituciones españolas responsables del desarrollo del U-Space y del UAM, nadie habló ni comentó la necesidad de introducir en todo este proceso como un factor más, la rentabilidad económica de los servicios UAM), está pensando qué tras todo un entramado de normas, reguladores, barreras de entrada, procedimientos obligatorios, certificados y estudios de seguridad, proveedores de servicios, tasas de entidades locales, etc., hay empresas que tienen que encontrar la rentabilidad ofreciendo unos servicios que puedan consumir los clientes y aceptar sus precios.

La última milla constituye un proceso logístico con el que es difícil conseguir economías de escala, y a pesar de que puede representar una distancia pequeña, en comparación a la logística global de la cadena de suministro, su impacto en los costes puede ser proporcionalmente muy alto. Por tanto, el reto para las empresas es realizar repartos fiables y económicos, y para las administraciones públicas es que los abastecimientos sean sostenibles y con el menor impacto posible sobre el tráfico en las ciudades. Estos objetivos al final son comunes para las empresas y para las administraciones y por lo tanto deben trabajar conjuntamente para encontrar soluciones que sean sostenibles, sean económicas y den respuesta a las demandas sociales. La pregunta que nos hacemos es porque no se están agilizando los trámites a todos los niveles para que “envíame un dron” sea una alternativa a la movilidad sostenible de la “última milla” lo antes posible, porque, como decimos en el título del blog, en muchos casos la mejor solución será enviar un dron:

¡Mejor, envíame un dron!

Pablo Morera

pmorera@jasdrone.com

www.jasdrone.com

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